Siempre me ha molestado el hecho de que dos palabras aparentemente tan opuestas puedan ir de la mano en una misma frase. La historia, como la vida misma, está llena de contradicciones, y yo no soy nadie para resolverlas. A primera vista, guerra y progreso es un oxímoron donde los haya, pero los hechos demuestran que ambos sustantivos se necesitan, se apoyan, se alimentan mutuamente en el banquete de la destrucción para, finalmente, entregar al mundo su maléfico cóctel en forma de vómito. Desde que alguno de nuestros ancestros desarrolló una nueva y mejorada técnica para tallar un trozo de obsidiana y convertirlo en arma, hasta que los cohetes V2 de Wernher von Braun nos permitieron ir a la Luna, la guerra ha sido una de las principales impulsoras del avance tecnológico y, aunque cueste trabajo creerlo, del progreso social.
